Hay algo que he observado que está siempre en todo lo que hago, en cualquier decisión, en cualquier idea que reproduzco, en cualquier pensamiento, en cualquier acción. Esto de lo que hablo es una de las bases de la humanidad (quiero advertir que yo escribo, pienso, o actúo desde la ignorancia, y el juego, lo que digo son intuiciones).
De esto de lo que hablo, es habitualmente considerado una sensación. Creo que es algo más, diría que es una configuración biológica, física, incluso una estructura que envuelve todo lo humano, la estructura que incluye todas las estructuras.
Toda estructura, en sí misma, no tiene un comportamiento determinado, hablo de estructura como representaciones internas que se manifiestan en lo que se percibe como externo. A mí, a la hora de pensar estas estructuras me sirve no considerarlas como formas cerradas externas a mí mismo, sino como formas internas de mi conciencia, así puedo entender que cualquier estructura, o me permite, o me impide, y en tanto que me impide, tiene una relación con lo que yo me permito, o me impido, y en cuanto me permite tiene relación con lo que yo me permito, o me impido. Esto no es una fórmula, es un juego que me sirve. Una manera de ver el mundo, como si fuera una red de estructuras que interactúan espontáneamente en un caos con sentido (o sea que todo es una paradoja, o sea que todo es un juego). Es en esta infinita red de estructuras donde la estructura que llamo “yo” se pone en juego. En toda esta red de estructuras que interactúan es donde, esto de lo que hablaba al principio, está siempre funcionando.
De lo que hablo es de “la pertenencia”, la sensación de pertenencia, o el sentimiento de pertenencia.
Es probable que esta sensación haya tenido una función primordial en la humanidad, seguramente esté ligada a la supervivencia, como casi todo lo relacionado con el inconsciente, los miedos, o la identidad, y la supervivencia está ligada al grupo humano al que perteneces, todo parece tener sentido.
Muchos de estos sistemas que tenemos integrados, y que en gran medida nos ayudan sin saberlo, se convierten a veces en cárceles. Es aquí cuando la estructura impide en vez de permitir. En este sentido la pertenencia parece ser el sentimiento que nos arraiga a este mundo, a través de relaciones simbólicas.
Tratando de imaginar cómo puede funcionar, en la experiencia de un recién nacido, que al principio no es capaz de diferenciar entre él y el resto del mundo, cuando sólo entiende de placer o displacer, y su percepción es tan energética como física, se puede intuir cómo se va formando este sentimiento; Esto que me da placer, que huele así, que transmite esta energía, que tiene esta temperatura, este sonido, poco a poco empieza a diferenciarse, muy poco a poco, y va apareciendo lo otro, lo que no percibo como yo, y si aparece lo que no percibo como yo, también va apareciendo lo que percibo como yo. Cuando esta diferenciación se vuelve absoluta (que creo que es sobre los 4 años, no estoy seguro) el recuerdo de todo eso que antes percibía como “yo”, los olores, las voces, las formas, y sobre todo la energía, se reconoce fuera, sin embargo es algo que te pertenece, o tú le perteneces, porque antes fuiste eso.
Así me imagino yo que debe de ser al principio, obviando otras informaciones anteriores al nacimiento, que también influyen en esto.
Experimentar una estructura como algo integrado a nuestro ser, permite luego, cuando ya la sensación de ser un individuo aislado se afirma, conservar esa sensación e integrarla. La mente simbólica funciona así. Es como si la pertenencia que se siente cuando se es un ser indefenso, exclusivamente pendiente de el placer o el displacer, fuese la manera de vivir la seguridad, que se transformará más tarde en seguridad interior, así funciona el juego del mito, en el que luego se fundamenta la identidad.
Si esto es así o parecido no lo sé exactamente, sin embargo a mi me sirve para ir pensando sobre todo esto, y para entender por qué es tan importante la sensación de pertenencia.
Lo que parece claro es que es una sensación inconsciente, y como ocurre con todo lo que viene del inconsciente, necesita de una fuerte carga argumentativa. Es sencillo entender por qué. Si sales de casa y siempre vas hacia el mismo sitio (la información inconsciente) al cabo del tiempo necesitarás una respuesta lógica para ese comportamiento, y para eso la mente saca toda su artillería argumentativa, sin embargo eso no te acerca a saber por qué vas a ese sitio, muy al contrario, cuanta más argumentación pongas a ese comportamiento, más alejado estarás de entenderlo. Puede que ir a ese sitio sea adecuado para ti, y que en ese caso la información inconsciente te convenga, sin embargo no deja de ser inconsciente, lo que significa que actúa por encima de ti, no conduces tú, conduce la información inconsciente.
Como empezaba diciendo, la necesidad de sentir esta sensación de pertenencia, he observado, que se pone de manifiesto hasta en la menor de las decisiones que tomo. Tiene lógica sabiendo que esa sensación es algo ancestral que está asociado a la supervivencia. Sin embargo no deja de ser una sensación que me manipula desde lo inconsciente, aunque a veces me beneficie. La necesidad de sentir que pertenezco, viéndolo retrospectivamente, me ha llevado a hacer cosas, que sólo con mucha compasión hacia mí puedo llegar a soportar, era tal la necesidad de pertenecer a algo que me dejé pisotear, me metí en lugares en los que no debía estar, y con personas indeseables. La búsqueda de esta sensación puede llevarte a cambiar oro por plástico sólo por sentir momentáneamente que perteneces. Es aquí cuando ves que la información inconsciente está jugando contigo, porque todas estas situaciones, lo que tienen en común es que simbolizaban, cada una a su manera, algo relacionado con la pertenencia. Creo que con un ejemplo se va a entender mejor (sobre todo yo); Soy un adolescente que voy solo por la calle y me cruzo con un grupo de conocidos, desde su alegría de grupo me saludan, la sensación de soledad, en relación al grupo se hace evidente, es un sentimiento primario, pero en ese momento lo llena todo, esa gente me importa poco, pero en ese momento, en relación a mi sentimiento de soledad, unido a las creencias asumida de que estar solo es peor, convierte a ese grupo en un símbolo de salir de la soledad, me uno a ellos, lo que al cabo del rato aumenta mi sensación de soledad, y mi malestar, sin embargo la pertenencia está por encima ¿a quién no le ha pasado algo parecido?
Lo que cada vez veo con mayor claridad es que la pertenencia es una ilusión, un sucedáneo, un espejismo, y que este espejismo unido a sentimientos y a creencias puede convertirse en una verdadera trampa, o en un juego mitológico.
Sentirse solo, sentirse diferente, sentirse triste, son eso, sentimientos, y con los sentimientos lo único que se puede hacer es dejarlos ser, permitirlos, observarlos. Es al tratar de remediarlos donde hace falta poner en funcionamiento creencias rígidas (como que estar solo es malo siempre), argumentaciones falaces que lo único que consiguen es desviar la atención del hecho objetivo que es el sentimiento. Un sentimiento es algo intimo, no puede incluir a nadie más.
El espejismo de la pertenencia nos aleja de pertenecer verdaderamente. Lo veo constantemente.
Es aquí donde encuentro la mayor complicación, donde el juego de espejos se vuelve más complicado.
Entiendo que el que ha creado una sensación fuerte de pertenencia, esta le va a acompañar siempre, esté donde esté, y que los que no tenemos esta sensación en absoluto buscamos cosas externas que nos hagan tener esa sensación.
La pertenencia externa, material, no existe verdaderamente, porque para tener la sensación de pertenencia solo hace falta la sensación, estés donde estés.
Se podría decir que la la sensación de pertenencia no te protege realmente, pero sí puede ser que te permita, al sentirte protegido, hacer cosas que de otra manera no harías, sin embargo no deja de ser un espejismo, aunque sentirse protegido también es estarlo. Por otra parte puede ocurrir lo contrario, la sensación de no pertenencia te puede impedir hacer algo.
Observo desde hace un tiempo un tipo de angustia que ahora relaciono con la pertenencia. Es como si se estuviera dando un momento (cósmico, o histórico) en el que las estructuras conocidas de la pertenencia estuvieran dejando de funcionar. Cuando esto ocurre, en general, que una estructura está mutando, lo que se crea es una sensación de orfandad que en mucha gente se convierte en angustia, y es la propia angustia la que nos lleva a aferrarnos más a las estructuras conocidas, que al estar mutando, y dejando de funcionar, hacen que aumente la angustia. Desde aquí entiendo que ocurran estos movimientos en los que se quiere acentuar la pertenencia a algo, y se reivindique vehementemente, como grito de desesperación del que se siente en medio del océano solo. Sin embargo esto no hace más que acentuar que la pertenencia a factores externos que en un momento, y para un tipo de conciencias funciona, en este momento está dejando de funcionar.
Como ocurre con las adicciones, que se mantienen para evitar caer y enfrentarse con el dolor, ocurre con la pertenencia. Buscar referentes externos, estructuras conocidas no hace más que aumentar el dolor del que se quiere huir. Parece que la opción es la soledad, sin embargo es todo lo contrario.
No me siento capaz de describir esto que para mi es la verdadera pertenencia, sólo puedo señalar ahora la que creo que ya no es. Entiendo que implica una fe en lo desconocido que cada uno deberá buscar. Para mí, como ocurrió con el dolor y la soledad, fue experimentarlo hasta el fondo lo que me enseñó su sentido, y con este desgarro que tanto tiempo me ha acompañado, el de no pertenecer a este mundo, me ha ocurrido igual. Por eso sé, por lo menos así lo he experimentado yo, que la pertenencia a aquello conocido, a aquellas estructuras no es.
Lo importante es saber que aunque esa sensación no esté creada, a través de ese juego mental que comentaba antes, que responde a la estructura del mito, sí que es posible tener esa sensación conociendo que la función de este juego no es más que la de que aparezca algo que ya estaba, que está siempre.
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